Al despertar

Por fin me levanto. Voy al baño, algo mareado. Tomo el dentrífico, y recuerdo cómo se toma el cepillo de dientes. Así no. Bien. Con el cepillo preparado, me siento en el inodoro, ya dispuesto para liberar toda la orina acumulada durante el largo letargo, para tímida e ingenuamente empezar a ahorrar tiempo que luego no dispondré para la cantidad de cosas que he de hacer durante el corto día que me queda por delante. Me pongo de pie, me subo los calzoncillos junto con los pantalones y procedo a escupir la mugre de mi boca. Miro en el espejo mi cara adormecida, reflejando alguien que todavía no sirve. Motivado por esta imágen no agradable, me dispongo a lavarme bien la cara, sonarme la nariz, mojarme un poco el pelo, pasarme abundante agua fría por los ojos y la frente para que se disipe el calor de esta época. Levanto la vista nuevamente, y noto una tenue mejora en lo que veo. Quizá sea porque me lavé los ojos. Después de secarme-no mucho-, enfilo para abandonar esta habitación que tanto me gusta y, de reojo, veo cómo el inodoro me estaba hablando con su silencio, y su agua todavía contaminada por la orina: "¿No vas a apretar el botoncito? ¿Ese que está acá, arriba a la derecha, que apretás siempre? Es repugnante este olor." Sonrío y aprieto el botón. Con el fushh del agua yéndose con mi orina, ahora sí, me encamino a la cocina.

En este frenético y lento comienzo, taciturno, me dirijo a la mesa. Me siento y veo las hojas. Les pido disculpas, las aceptan y empiezo a leerlas de nuevo. Empiezo bastante ágil para mi estado no consciente enteramente aún. Me sorprendo y sigo. Después de unas hojas atrás, unas hojas adelante, unos apuntes en un cuadernito que mantengo al costado y la comprobación de algunas ideas que tenía en mente; hechos que en tiempo no sumaron más de 10 minutos, me disipo. Primera disipación del día. Me volatilizo muy fácilmente, y me pregunto todo el tiempo porqué cuesta tanto evadirse de las distracciones. Porqué cuesta trabajo focalizarse sobre lo que hemos elegido focalizarnos. Asumiendo que las personas cambian, y que en este momento soy alguien que no tiene ganas de estudiar lo que ha elegido para hacer el resto de su vida (aunque esta materia en sí, tira cabos dudosos entre lo que quizá termine haciendo y su contenido), opto por encender la computadora portátil que me bendice día a día otorgándome buenas y efectivas formas de usar este tiempo que no quiero usar para estudiar. Esta computadora portátil que me acompaña al baño, a la cama, a la mesa, a cualquier mesa, a la Facultad, a la casa de mis amigos, a la casa de mi familia. Esta computadora que me conoce, y que conozco, por eso pienso todo esto mientras se enciende, porque sé lo que tarda. Entre tanto, hago unos vuelos erráticos con la mirada sobre las hojas nueva y recientemente abandonas. Miro cómo me miran como pidiendo explicaciones de las disculpas que les he pedido y cómo las estoy ya contradiciendo. Primera contradicción consciente de la jornada. Indudablemente, me aprovecho de su propiedad inorgánica, de su ausencia de respuesta activa y sigo.
Una vez encendida y dispuesta a que la toque por todos lados, sometida a mi voluntad, abre Gmail, Facebook, GoogleReader, TweeterDeck, Tumblr, los blogs que sigo, iTunes. Mi entretenimiento dura lo que dura la conexión a internet, que es oscilante. Es un plan algo extraño, conexión seno de x, pero al fin y al cabo, resulta ser así. Aunque yo haya pagado por una conexión constante, disponible todo el tiempo, a veces tengo que esperar a que vuelva, acrecentando mis sospechas de que vivo en un reality en el que quieren verme estudiar. Busco las cámaras y, frustrado, me dispongo a escribir.
Y salió esto.
Una vez encendida y dispuesta a que la toque por todos lados, sometida a mi voluntad, abre Gmail, Facebook, GoogleReader, TweeterDeck, Tumblr, los blogs que sigo, iTunes. Mi entretenimiento dura lo que dura la conexión a internet, que es oscilante. Es un plan algo extraño, conexión seno de x, pero al fin y al cabo, resulta ser así. Aunque yo haya pagado por una conexión constante, disponible todo el tiempo, a veces tengo que esperar a que vuelva, acrecentando mis sospechas de que vivo en un reality en el que quieren verme estudiar. Busco las cámaras y, frustrado, me dispongo a escribir.
Y salió esto.
-escrito en bloc de notas-
Continuará, de alguna manera...
Continuará, de alguna manera...
antes que cualquier comentario... ¿¿¿haces pis sentado???
ResponderEliminarNo queres saber la respuesta.
ResponderEliminarHe adquirido una nueva rutina a lo largo del tiempo. Me cepillo los dientes mientras meo sentado. Me resulta muy cómodo, y práctico, ya que a la mañana las endiabladas fuerzas resultantes de la energía potencial en mi vejiga hacen que todo sea muy impredecible. Así, no tengo que limpiar nada.
ResponderEliminarPor otro lado, meando parado, por más que lo haga adentro, algo se salpica por el choque del chorro contra la superficie del agua, lo que me resulta desagradable.
En mi casa futura, tendré mingitorios.